El arte sutil como síntoma de degeneración social

Todo cada vez es más complicado, si hubo un tiempo en el que bastaba con entonar,cocinar, contar una historia ahora ya no basta. La sobreproducción industrial, a costa de las vidas de millones de animales, ha entronizado al superestímulo como mínimo común denominador. Si no produce destellos y explosiones en los abotargados cerebros depletados de Dopamina directamente no existe.

Este fenómeno es auspiciado y defendido por todo un aparato ideológico que no sólo provienen de los capitanes de la industria y de los esclavos cabeza-cubo fabricados por los organigramas funcionariales y capitalistas sino que también vienen del mundo de la Cultura. La Cultura mayúscula, gran mito denunciado por el cascarrabias de Gustavo Bueno se usa en estos casos para hacer lobismo y defender, cómo mínimo vital, la necesidad de recibir estímulos diversos, en forma de teatro, novelas, perfomance, poesía; que en este caso se camuflan como pedagogía, complejidad y profundidad del alma.

En el contexto actual el aparato de violación de cerebros que vende Amazon y Disney plus y lo que te vende una editorial hipster proviene de la misma hidra hambrienta y voraz.

No necesitamos más cultura, no necesitamos más entretenimiento. Todo mago ilusionista sabe que entretener y distraer es la base del truco mágico el cual siempre es un engaño. Nuestra sociedad es un gran truco de ilusión como atisbó el genial Thomas Mann en «mario y el mago» y el principal truco que no vemos, no comprendemos y no solucionamos es que la maquinaria industrial va hacia su propio suicidio alimentandóse del esfuerzo de las masas proletarias, de recursos no renovables y de las vidas de millones de animales.

Ése cerdo que es colgado boca abajo y degollado alimenta tus seminarios sobre las diferencias ideológicas dentro de la escuela aristotélica de Padua.

Mientras inmensas masas de la población pelean para cubrir los peldaños inferiores de la pirámide maslowiana una élite necesita cada vez mas sofisticadas drogas, tanto literales como metáforicas, para estimular sus sobrecargados centros sensoriales.

Sé que quizás me estoy pasando, muchos de los excesos, sutilidades y sobrecomplicaciones tienen efectos diacrónicos, laterales, inesperados, cisnenegrianos en los aspectos básicos de la supervivencia humana; véase cómo la especulación filosófica, que tenía mucho de juego gilipollesco para niñatos ricos y aburridos, alimentó las posibilidades de una racionalidad comunicativa y por ende, las posibilidades de instaurar barreras sociales de defensa frente a los poderes arcónticos-oligárquicos.

Cómo ése, hay mucho más ejemplos pero no por ello hay que olvidar la lección fundamental que se debe aplicar a un nivel social y a un nivel individual; mucho de lo que llamamos cultura, mucha de esa hambre, es un inteto por tapar las heridas fundamentales de nuestro hígado, corazón y espíritu. Cuando el hombre original, ese Adán que apenas era Homo Sapiens, cazaba todo el día, andaba y tomaba el sol, sólo necesitaba un trozo de carne asada, una sencilla canción y mirar las estrellas. Todo su entorno participaba de la purificación del espíritu (1) que ahora sólo podemos intentar imitar con recuperaciones del estoicisimo, ayunos de dopamina y «Spartan races».

Nuestro ptrograma es obvio; desconfianza respecto a la cultura, hackeo de sus posibilidades y recuperación de sus tesoros para el ejército del cuerpo, del sabor y de la vida.

Notas

1) Esto lo supo ver muy bien Rousseau en su discurso sobre las artes y las ciencias que tanta fama le dio, muchas de las sofisticaciones de la civilización se vuelven innecesarias cuando uno tiene un cuerpo fuerte, capaz de subirse a una palmera, de enfrentar a una serpiente o de cantar una canción primitiva, pura y limpia.